23 septiembre 2012

Das Krematorium




Con más de un siglo de antiguedad y la escalofriante cifra de aproximadamente 100.000 fallecidos incinerados sobre sus oscuros sótanos, nos adentramos durante un fabuloso viaje por tierras centro europeas en este antiguo crematorio de cadáveres abandonado.

Tomada en 1911, la primera fotografía que se presenta en el reportaje, muestra el interior de la cámara funeraria en la cual se colocaba a los difuntos mientras se celebraban los entierros y aunque no lo parezca, es exactamente la misma sala que la de las fotos del reportaje, solo que hoy día su aspecto poco o nada tiene que ver con el de entonces.

La decadencia producida por el paso del tiempo hace mella en aquellas lúgubres estancias impresionándonos a simple vista con tales juegos de colores y texturas. 





Pendiendo de un cable, en su día tales faroles situados a los laterales de la sala iluminaban el interior de esta junto con las lámparas que se situaban junto al féretro.


Tras descender a los sótanos del edificio, aquí descubrimos por completo las entrañas del lugar. Pasillos de tenue luz unidos a salas en completa oscuridad y las cuales se iluminaban a nuestro paso bajo la luz de las linternas. Al final del pasillo, nos encontramos con las cámaras frigoríficas, iluminadas en lo alto por ese decadente tragaluz.


Llegamos a la parte central de la sala donde se sitúan realmente los hornos crematorios. En su parte central, se encontraba la carretilla metálica sobre la que se colocaba en la parte delantera los restos del difunto y a modo de ruleta se podía girar para introducirlo en cualquiera de los 4 hornos existentes, todos cubiertos por azulejos termorefractarios y uno a cada parte de la estancia como si de los puntos cardinales se tratase.



Una vez introducido, se accionaban los botones de encendido y se procedía a la incineración.


Descendiendo todavía un piso más bajo suelo nos topamos con los controles térmicos de los hornos dimensiones así como con el almacén donde todavía apiladas encontramos una gran cantidad de urnas funerarias.

En tales recipientes se introducían las cenizas de los fallecidos y en la parte superior se añadía una pequeña chapa de latón en la que se grababa el nombre del crematorio así como también el código numérico que servía para registrar y controlar que dichas cenizas correspondían a tal persona incinerada.



Pero ante tal cantidad de incineramientos que allí se realizaban, ¿cómo distinguirian los cadáveres justo después de introducirlos en el horno crematorio? Todo el proceso llevaba un seguimiento exhaustivo de cada cadáver. Las chapas numéricas de cerámica que se muestran en la siguiente fotografía,  se introducían en el horno junto al cadáver y debido a que la cerámica no arde, servían como signo de identidad de cada ceniza extraída del horno.


Volvemos hacia la zona de las cámaras frigoríficas para ya proceder a salir de nuevo a nivel de suelo, pero no sin la foto de rigor.



Un lugar repleto de detalles y totalmente distinto a lo que por entonces había podido explorar. Junto a la compañía de todos mis compañeros y por las características del lugar, fue una de las exploraciones que más disfruté de todo el viaje. No olvidéis que podéis visualizar las fotos de mis compañeros de viaje en "Maquinas y Escombros" y "Klovis y los cristales rotos". Espero que sean de vuestro agrado, saludos.