12 marzo 2013

Maison K




Como el aroma añejo de los mejores vinos y con seña de identidad propia, la mansión K, vivienda donde residió el Sr Jürguen, es un fiel reflejo de un lugar abandonado en el que se puede claramente identificar su pasado durante una exploración urbana.

Un enorme cúmulo de sensaciones es lo que te recorre el cuerpo al adentrarte lentamente en cada una de sus estancias, todas ellas repletas de objetos, fotografías antiguas y documentos que nos describen como fue la vida de aquel ingeniero de caminos que dominó a la perfección el francés y el alemán, además del inglés durante su juventud.


Todo se encontraba allí, las fotografías junto a su nieta y las suyas personales, como si el tiempo un día cualquiera se hubiese detenido por completo.


Las camas, ordenadas y hechas esperando a ser ocupadas algún día, día que jamás creo que llegue nunca.


Incluso estaba preparado para realizar una buena lectura acompañada de unos tragos al añejo whisky escocés que allí se encontraba.




Pero sin duda, lo que más me llamó la atención y mayor información podía transmitir era aquella habitación repleta de objetos. Un armario totalmente lleno, el paragüero, la báscula, la cómoda junto al estuche de la manicura... incluso el bombín para salir directo a la calle.






Junto a esta impresionante habitación, nos encontramos con la de los invitados, presidida por un crucifijo, símbolo de la fidelidad eclesiástica del señor Jürguen, ya que toda la vivienda se encontraba repleta de antiguas revistas de temática religiosa pertenecientes a la década de los cuarenta. Los trajes todavía se encontraban ordenados totalmente en el pequeño armario y en una despensa anexa a la cocina multitud de botellas todavía llenas, latas de conserva e incluso un pequeño molino harinero, además del lavadero.



Los objetos son poco a poco devorados por los únicos habitantes actuales de la mansión, esos pequeños o grandes arácnidos.


En el desván el señor tenía guardada una antigua bicicleta además de otros objetos y la cocina presentaba un aspecto rural como las de antiguamente en España.


Otra de las reliquias que se encontraba en mitad del salón era este antiguo aspirador Hoover de los años 70, además de una de las citadas revistas eclesiásticas.



Recorrer esta mansión y poder fotografiarla se puede considerar un viaje al pasado en toda regla, conocer la historia completa del lugar, de sus habitantes e incluso sus inquietudes hacen que cualquiera que se adentre en su interior llegue a sentir aquellos antiguos sentimientos y un nivel de nostalgia mucho mayor que cualquier visita a otro lugar abandonado.