Situados en medio de las montañas, rodeados de paisajes armoniosos y donde el aire fresco y puro aliviaba la enfermedad, nos encontramos con la mayor parte de los sanatorios antituberculosos que todavía hoy resisten al paso de los años, los días y las horas.
Este tipo de sanatorios hoy son tan solo un recuerdo lejano y difuminado por el paso del tiempo en la memoria de pocos de sus supervivientes, todos aquellos que vivieron la experiencia o bien de trabajar o bien de ser asistidos en estas instituciones.
Muchos de ellos desaparecieron sin pena ni gloria al dejar de tener utilidad, otros se reconvirtieron para otros usos y otros, abandonados y casi en ruinas, todavía persisten en estos bellos parajes de montaña en los que armoniosamente se integraban, como tristes vestigios de un pasado al que nadie desear volver.
Pero sin embargo, a pesar del olvido general, los sanatorios tuvieron tiempo atrás un papel fundamental en la lucha contra la tuberculosis, gozaron de prestigio, y fueron además, los primeros centros especializados en el tratamiento de las enfermedades del torax.
Hoy vamos a tratar de recorrer uno de estos emplazamientos que todavía persisten esperando algun día recobrar aquel uso que dia tras dia ven alejarse cada vez más. Pero antes vamos a conocer un poco más acerca de la historia de este tipo de lugares. A diferencia del centrar la información acerca de la enfermedad que ya se pudo leer en el reportaje del
Sanatorio de Sierra Espuña, en este nos centraremos en conocer la historia que llevan detrás este tipo de lugares, los sanatorios antituberculosos.
HISTORIA
Para comprender bien los motivos que dieron origen a la proliferación por toda Europa y América del Norte de los sanatorios, es preciso ubicarnos en la segunda mitad del siglo XIX. Es entonces, cuando la tuberculosis constituia la enfermedad de mayor letalidad, por delante de la sífilis y el cancer.
En 1882, Robert Koch observó que en en las poblaciones situadas a alturas superiores a los 1200 metros, los casos de tuberculosis disminuian drasticamente e incluso se producian curaciones asombrosas, lo que hizo pensar a los investigadores en la posibilidad de una "inmunidad tísica de las alturas" que quizás podria ser utilizable desde el punto de vista terapeútico.
En cuanto a las causas que pudieran producir dicha inmunidad se citaban por ejemplo la salubridad propia de las altas montañas, el frio, la pureza del aire y el clima seco. El asunto estaba tan claro que profesores tales como Jaccoud llegó a decir: "En la tísis, los climas de montaña son agentes terapeúticos, mientras que los climas de planicie son el testimonio".También otro famoso tisiólogo afirmó en 1860: "El aire es el primer alimento; en la tisis es también el primer medicamento".
De acuerdo a estas ideas, a mediados del siglo XIX se habilitaron las primeras estaciones para tísicos en zonas de alta moñtaña. En concecuencia, el aspecto fundamental del tratamiento debia ser buscar en cada país los lugares y climas apropiados para construir residencias en las que los pacientes pudieran aislarse durante meses experimentando la acción curativa del aire puro, el reposo absoluto y la alimentación abundante y variada.
A principios del siglo XX, debido a la imposibilidad de tratar a todos los enfermos en los sanatorios de alta montaña, surge la necesidad de crear nuevos centros mas cercanos a la urbe ya dotados entonces de modernos gabinetes de radiología, laboratorios y quirófanos donde poder llevar a cabo las operaciones de colapsoterapia. Por lo tanto, este tipo de centros los podremos ya clasificar por:
- De alta montaña (1200-2000 m)
- De altitud media (400-800 m)
- Marítimos
- Periféricos y suburbanos
Por último y a modo de matiz cabe citar que el primer sanatorio antituberculoso propiamente dicho en España fue el de Porta-Coeli en Valencia, con capacidad para 14 enfermos e inaugurado por Francisco Moliner y Nicolás en el año 1887.
Acercandonos a la conclusión, en 1952 los enfermos tuberculosos y los médicos disponian ya por primera vez en la historia de tres fármacos activos y eficaces (Estreptomicina, P.A.S e hidracida), por tanto los sanatorios y la colapsoterapia dejó de tener sentido. aunque durante algunos años siguieron utilizandose. Pero el golpe definitivo se produjo en 1960, cuando en un estudio efectuado por el British Medical Research Council en Madrás (India), demostró que con quimioterapia ambulatoria controlada los enfermos se curan sin necesidad de ser hospitalizados.
Es entonces cuando llega la hora del cierre o la reconversión para estos vetustos sanatorios pero, desgraciadamente, aquellas lejanas montañas mágicas no pudieron ser la anhelada solución de la tuberculosis en la que tantos creyeron, pero todavía hoy, casi borrados de la memoria colectiva, allí nos los encontramos, allí siguen, anclados viendo pasar el tiempo, entre esos entornos espectaculares, condenados al olvido, condenados al abandono.
Información extraida del artículo: "La cura sanatorial de la tuberculosis" de Jesus Sauret correspondiente al departamento de neumología del hospital de la Santa Creu y Sant Pau de Barcelona.
Redacción: Nacho Labrador
Fotografías (Todas ellas sujetas a licencia de propiedad individual "CREATIVE COMMONS"): Nacho Labrador
REPORTAJE FOTOGRÁFICO
Comenzamos la visita con unas instantaneas del lugar, la primera data de los años 70 cuando todavía se encontraba en funcionamiento el edificio